Doi:
https://doi.org/10.17398/2695-7728.36.673
CRIMINOLOGÍA Y GLOBALIZACION
CRIMINOLOGY AND GLOBALIZATION
José Antonio Michilini
Universidad de Buenos Aires.
Argentina
Nicolás Pablo Segura
Universidad de Buenos Aires.
Argentina
Recibido: 28/10/2020 Aceptado: 18/12/2020
Resumen
En las líneas que
siguen intentaremos realizar un abordaje vinculado a los distintos enfoques que
la criminología contemporánea le ha dado al estudio del delito, del
delincuente, de la víctima y del control social del comportamiento delictivo.
Ello se debe a que, sin lugar a duda, el debate epistemológico que rodea esta
disciplina ha ido mutando con el paso del tiempo y el impacto que el fenómeno
de la globalización ha causado, ha tenido que ver con eso.
Palabras clave: Criminología, crítica, globalización.
Abstract
In the following
lines we will try to make an approach related to the different points of views
that contemporary criminology has given to the study of crime, the offender,
the victim, and the social control of criminal behaviour. This finds
correlation with the fact that, with no doubt, the epistemological debate that
surrounds this discipline has been changing throught
time and the impact that the phenomenon of globalization produced, has to do
with it.
Keywords: Criminology, critic,
globalization.
Sumario: Introducción.
1.1. El impacto de la globalización en la criminología. El debate
epistemológico. 1.2. El rol de la criminología contemporánea y el aporte de la
obra -traducida- de Wayne Morrison. 2. El “apartheid gnoseológico”. 2.1. La
repercusión de la globalización. El daño social. 3. La criminología crítica.
3.1. Una aproximación a la criminología global. 4. El escepticismo
criminológico. 5. Palabras finales.
1.
INTRODUCCIÓN
En
esa línea, podría decirse en primer lugar que, si bien la criminología ha ido
evolucionando en sus métodos de investigación y en el abordaje de las distintas
cuestiones que abarcan su campo de estudio, lo cierto es que han sido algunos
acontecimientos mundiales los que han provocado las rupturas epistemológicas
más simbólicas.
Como
es sabido, esta disciplina siempre ha encarado sus investigaciones
considerando, entre otros tantos factores, las causas, las consecuencias y la
repercusión que eventos de tal magnitud, tales como las guerras mundiales, las
crisis económicas y los avances científicos, han causado en las distintas
realidades sociales de la comunidad internacional.
Por
ello, el abordaje que aquí habremos de realizar pretende centrarse en el impacto
que la globalización pudo haber tenido a nivel global -en términos de
delincuencia- y cómo la criminología ha venido intentando hacerle frente a este
fenómeno.
Para
empezar, podría recordarse entonces lo sostenido por Marshall MacLuhan en la década del 60´, quien, tenía dicho que,
como consecuencia de la evolución material de los medios de comunicación y de
las nuevas tecnologías de información, la humanidad había ingresado en otra
etapa evolutiva, a la que denominaba “La aldea global”.
Allí,
expresaba:
“…El cambio constante, y sin razón alguna,
amenaza a todos. (Una de las cosas interesantes sobre la tecnología en
constante mutación es que representa una de las principales fuentes de
inflación.). En un estado de implosión social, inducida por la información que
se mueve a la velocidad de la luz, aquellos que forman parte de monopolios de
la información… no verán el cambio como algo amenazador. Pero cuando las
personas corrientes no saben quiénes son, se tornan ansiosas y violentas.”[1].
Algo
de todo eso que MacLuhan explicaba hace unas décadas,
se refleja en forma clara en la actualidad, pues la interacción virtual hace
que podamos comunicarnos con otra persona, de una punta a la otra del planeta
en forma instantánea, para bien y para mal, con fines constructivos y
destructivos.
El
escenario mundial actual, en el que la información circula de manera
vertiginosa, atraviesa entonces casi sin reparos las fronteras culturales,
sociales, políticas y económicas de los países, dando lugar a una globalización
tecnocrática y mercantilista que no detiene su avance ante nada.
En
palabras de Zygmun Baumann
la globalización expresa la idea del carácter indeterminado, ingobernable y
autopropulsado de los asuntos mundiales. En resumidas palabras, la
globalización para Baumann es el
“nuevo desorden mundial”[2].
En
términos criminológicos, podría afirmarse entonces que el crimen se ha
globalizado y la respuesta que produce también, pues la comunidad
internacional ha visto la necesidad de intervenir cuanto antes en aquella problemática.
Tal circunstancia, ha llevado a la criminología a adecuarse a los nuevos
tiempos, debiendo retomar aquellos principios de la criminología crítica y
profundizarlos, pero desde una perspectiva más global y moderna, que facilite
un estudio más completo y acabado de la realidad actual.
En
esa línea, aparece como relevante la obra de Wayne Morrison denominada “Criminología,
civilización y nuevo orden mundial”, en donde el autor se pregunta ¿Qué
rol cumplió la criminología mientras se perpetraron las grandes masacres de
mediados del S.XIX a la actualidad? y si ¿podrá una nueva criminología
crítica global hacer frente al estudio de semejantes atrocidades?[3].
Tales
cuestionamientos, nos llevan inevitablemente a preguntarnos por qué la
criminología pasó por alto el estudio crítico de tan cruentos fenómenos
mundiales. De aquellos oscuros momentos y hasta la actualidad, el devenir de la
historia ha provocado que la criminología fuera mutando y transformándose en
algo más que en la disciplina que focalizaba sus esfuerzos en el estudio de las
personas y sus comportamientos.
En
esa dirección, como bien señala Luis Fernando Tocora
López:
“…Esto ya dibuja una tendencia hacia leyes
globales y jurisdicciones supranacionales. A este último respecto se ha puesto
en marcha hace relativamente poco tiempo (1998) la Corte Penal Internacional
(C.P.I.) creada por el Estatuto de Roma, con una competencia complementaria
para conocer y juzgar genocidios, delitos de guerra y de lesa humanidad… Esta
coordenada internacional empieza a imponer… por la vía de convenciones o pactos
internacionales desde los cuales se recomienda a los Estados parte crear
legislaciones penales dentro de los parámetros ventilados y propuestos en
dichos encuentros internacionales…”[4].
Es
decir que, poco a poco, aunque sin dejar de lado el estudio del individuo y sus
comportamientos, el objeto de estudio de la criminología fue expandiéndose para
abordar distintos fenómenos que comenzaron a originarse -gracias a los avances
tecnológicos tales como la informática, las imágenes, los datos y las
comunicaciones, entre otros tantos- y a visualizarse a partir de la
globalización, como ser el crimen internacional en todas sus dimensiones, más
organizado y perjudicial para las sociedades.
Repárese en que han surgido innumerables teorías que han
intentado dar respuesta a estos comportamientos que desarticularon en gran
medida los paradigmas tradicionales de la delincuencia convencional, los cuales
hacían hincapié en que su origen guardaba relación directa con la pertenencia
de aquellas personas a clases sociales baja o a grupos segregados, a la
pobreza, entre otros factores.
Ese
giro fue muy importante y se debió gracias al aporte fundamental del sociólogo
y criminólogo Edwin Sutherland en su obra denominada “El delito de
cuello blanco”[5], pues fue el primero en hablar de la delincuencia
perpetrada por los poderosos. Allí se encargó de refutar las explicaciones
biológicas y psicológicas de la criminalidad de las clases bajas, es decir, de
los pobres.
Para
ello, Sutherland elaboró la teoría de los “contactos diferenciales”
desde la cual explicaba que el conjunto de valores a partir de los cuales se
expresaba el comportamiento criminal no explicaba su existencia, sino que
dependía de los contactos específicos a los que el individuo estaba expuesto,
en términos sociales y profesionales.
Debe
recordarse que el autor escribió su obra en el año 1939, la cual fue censurada
y luego presentada 1949, es decir una década más tarde. Como puede advertirse,
este vuelco hacia el estudio del comportamiento de las clases altas y los
poderosos no es algo reciente, pues tuvo su origen con la obra del autor
mencionado precedentemente, hace ochenta años.
Por
lo tanto, la idea de amalgamar algunas de estas posiciones tan disímiles en el
tiempo, quizás nos permita aproximarnos a comprender la interrelación que se ha
venido dando entre la criminología y la globalización.
De
allí, la importancia de la introducción que aquí presentamos.
1.1. El
impacto de la globalización en la criminología. El debate epistemológico
En primer lugar, para entender de qué trata esto del paso
de una criminología crítica focalizada en el estudio del individuo y sus
comportamientos hacia una criminología más global, con motivo de la
internacionalización del delito, puede explicarse a partir de la denominada ruptura
epistemológica por medio de la cual una disciplina científica puede ir
mutando con el paso del tiempo. Tal como lo explica el filósofo Gastón Bachelard, ello se produce porque los diferentes actos
que se realizan contrastan con lo que él denomina el “mito continuista” del
empirismo[6].
En
términos sencillos, estaremos ante una ruptura epistemológica en aquel
momento en el que se produzca una transformación tanto del objeto de estudio,
como del proceso de conocimiento utilizado para el análisis de una situación
determinada, lo que provocará, sin más, un enfoque distinto y novedoso del
estudio de ese objeto, en comparación con el que se venía utilizando y
observando.
Antonio
García-Pablos de Molina tiene dicho:
“El
saber criminológico, es, pues, como todo saber científico, un saber
inevitablemente relativo, inseguro, abierto, provisional. En primer lugar, por
razón de su objeto.” y agrega a posteriori que “…el propio progreso científico
reclama modelos teóricos más sólidos y convincentes, metodológicamente mejor
dotados y más operativos desde un punto de vista político criminal… A este
superior nivel de exigencias se debe, sin duda, el abandono de las teorías
mono-causales de la criminalidad que fascinaron en otro tiempo. Y el claro
intento de la moderna doctrina de formular modelos cada vez más complejos e
integradores, paliando el déficit empírico que acusaban algunas construcciones
tradicionales…”[7].
Como puede verse, la posición que asume García-Pablos de
Molina en torno al rol protagónico que le cabe a la criminología y su
aportación en concreto, convalida de algún modo este quiebre epistemológico al
que venimos haciendo referencia.
Sobre
la cuestión, Pedro Karczmarczyk tiene dicho:
“…en la ruptura se produce un desvanecimiento
de la evidencia preexistente…Con la ruptura se inaugura un nuevo territorio de
investigación, antes vedado, lo que constituye un evento caracterizado por la
irreversibilidad. Este mismo par (ruptura y reestructuración) permite dar
cuenta de la intemporalidad de la verdad, que también es pensada como un
efecto, es decir, en términos de la recurrencia y reflexividad de este mecanismo
de ruptura, a esto se denomina propiamente reestructuración”[8].
En
ese punto vale traer a Camilo Bernal Sarmiento, quien explica que la
propuesta sería entonces la de ampliar el objeto y estudiar los crímenes
corporativos, las matanzas, los desastres medioambientales, los movimientos
forzosos de personas (desplazados, etc.), la corrupción, la privatización de
las intervenciones armadas, pero desde una perspectiva global e inclusiva[9].
Por lo tanto, en lo que concierne a la denominada
criminología global, estaríamos en condiciones de pensarla, quizás, como
aquella que provocó la ruptura epistemológica que hemos intentado explicar
hasta aquí, pues ha modificado el objeto de estudio criminológico radical
focalizado en el sujeto y sus conductas sociales, por el del estudio de los
delitos cometidos por los Estados, el crimen organizado y las corporaciones
económicas internacionales, entre otras tantas.
1.2. El
rol de la criminología contemporánea y el aporte de la obra -traducida- de wayne morrison
Ahora bien, este apartado no puede comenzar sino a
partir de las preguntas que Wayne
Morrison se hacía en su obra “Criminología,
civilización y nuevo orden mundial” con respecto a que era lo que sucedía
con la criminología durante aquellas épocas tan oscuras de la historia
contemporánea.
Entre
otros cuestionamientos, Morrison se preguntaba:
“¿En dónde estuvo la criminología desde
mediados del S. XIX hasta la actualidad mientras los Estados produjeron cientos
de crímenes masivos? o ¿Qué función cumplió el discurso de la criminología en
la modernidad, en la ejecución de las masacres que se disfrazan como parte del proceso
civilizador? ”[10].
De
su lectura puede advertirse la interpelación que le hace a la criminología,
preguntándose si es posible enfrentar las atrocidades del “espacio
civilizado” mediante un proyecto de criminología crítica global.
En
resumidas palabras, Morrison le cuestiona a la criminología que siempre
se ocupó de estudiar la criminalidad del "mundo civilizado",
integrado por hombres, blancos, libres y propietarios, cuyo poder hegemónico y
dominante llevó a que esta disciplina elaborara un “discurso de la seguridad
del espacio civilizado”, dejando de lado el estudio de los delitos
cometidos por los grupos de poder que, a fin de cuentas, eran los que dominaban
aquel “mundo civilizado”.
Ello
provocó la necesidad de entender por qué se había gestado a la criminología
como un saber selectivo y discriminador durante la producción de los crímenes
en masa (el genocidio armenio, el Holocausto nazi, las atrocidades del fascismo
en Italia y de la dictadura franquista en España, la matanza de los opositores
políticos en la Unión Soviética, las desapariciones, las torturas y las
ejecuciones extrajudiciales de las dictaduras latinoamericanas, etc.).
De tal importancia resultaron estas aportaciones que Luigi
Ferrajoli expresó:
“…Debemos estar agradecidos a Wayne Morrison y
a aquellos que lo han traducido, comentado y han desarrollado sus tesis, por
haber promovido el desarrollo de una criminología que asuma como objeto de
estudio también a los crímenes globales, y por haber ampliado, por tanto, el
campo de las investigaciones criminológicas más allá de los espacios estrechos,
subordinados a los poderes constituidos: por promover el desarrollo de una
"criminología global" que asume como objeto de estudio el delito
global"[11].
2. EL “APARTHEID GNOSEOLÓGICO”
Tales
sucesos, dieron lugar a una búsqueda dirigida a identificar las razones que
pudieron fundamentar la construcción del denominado “apartheid gnoseológico”,
esto es, que la criminología siempre miraba hacía un mismo lugar, aún a
sabiendas de las atrocidades que sucedían a nivel mundial.
Algunas de las explicaciones que lo determinaron,
pueden identificarse en la obra de Iñaki Rivera Beiras
denominada “Delitos de los
Estados, de los Mercados y daño social”[12], pues allí propone una serie de explicaciones que
contribuyen a comprender porque la criminología no tuvo un rol activo en ese
aspecto.
Allí
sostiene que la primera explicación se remite a la decisión de los
criminólogos de concentrarse en los delitos ordinarios obviando analizar la
criminalidad masiva, ya que fue recién a partir del movimiento internacional de
los derechos humanos que los académicos empezaron a preguntarse por estos
delitos. La segunda explicación se vincula con la primera, ya que las
definiciones del derecho penal internacional empezaron a surgir con aquel
movimiento de los derechos humanos, que derivó en que los criminólogos se
ocuparan de analizar esos crímenes, y ya no únicamente aquellos previstos en
las legislaciones internas. La tercera tiene que ver con la
imposibilidad metodológica -que supone una contradicción interna- del hecho de
investigar las violaciones cometidas por los mismos Estados que deben
garantizar la prevención y el castigo de delitos. La cuarta, se
encuentra íntimamente relacionada con la anterior, pues se vincula con la
dificultad de analizar las causas de los delitos de genocidio y graves
violaciones a los derechos humanos. La quinta, guarda relación con
aquella defensa social que fomentaron los Estados con discursos que legitimaban
una aplicación selectiva de la ley que nunca alcanzó a los poderosos ni a las
acciones del propio Estado. La sexta explicación se vincula sobre el
estado de negación mental de las personas en relación con la violencia
colectiva -según Cohen-, pero esta vez centrándose en los agentes principales
de esta disciplina[13]. La séptima tiene que ver con la posición etnocéntrica, occidental y dominante de la criminología,
que ha provocado que el objeto de estudio se posicione dentro de los límites
del denominado “mundo civilizado”. Por último, la octava
explicación se vincula con la connivencia existente entre los poderes
internacionales de los Estados, que impedía las posibilidades de denuncia y
control de sus abusos.
2.1. La
repercusión de la globalización. el daño social
Como
es sabido, la opinión de la comunidad internacional es pacífica en cuanto a que
la revolución de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones
han tenido un papel protagónico en la nueva reestructuración geopolítica
mundial, sumado a las aperturas económicas de intercambio de mercancías, bienes
y servicios y la liberación de los mercados de capitales internacionales, los
cuales son todos elementos que componen el fenómeno de la globalización,
cristalizado fundamentalmente en la conexión en tiempo real que existe a
nivel mundial.
En contrapartida, y desde un enfoque más individual,
apunta Carlos Elbert:
“El cambio global arrastró consigo también
los valores y pautas precedentes de comportamiento social e interpretación de
la realidad. Como consecuencia, una anomia masiva (…) recorre buena parte de la
humanidad, alterando las reglas de juego que la modernidad había establecido
durante tanto tiempo… Sucede que estamos frente al hombre global, que dejó de
ser ciudadano, y hoy sólo tiene relevancia mediante su poder adquisitivo, su
capacidad de consumo y, eventualmente, su protagonismo público. El contexto del
hombre global tiene, necesariamente, un devenir caótico, sin valores generales,
cultura ni recursos afectivos como orientación…”[14].
Todo
ello, en gran medida genera un daño social inconmensurable, puesto que no sólo
se trata de establecer estadísticamente cuantos delitos tipificados en el orden
nacional e internacional se han cometido, o bien las consecuencias que han
generado, pues resultaría ilusorio pensarlo de ese modo. El problema radica en
que la multiplicidad de conductas que generan aquellos daños irreversibles
impacta casi mortalmente en las sociedades, y no siempre son ilícitas.
En
palabras de Paddy Hillvard
el término daño social supone “…una amplia gama de eventos y condiciones
que afectan a las personas durante el curso vital”[15], tales como los daños físicos (muerte
prematura, exposición a diferentes contaminantes del medio ambientes, falta de
alimentación, etc.), los daños económicos y financieros (falta de
empleo, venta fraudulenta de pensiones e hipotecas, etc),
los daños emocionales y psicológicos (vinculados a los daños
mencionados) y los daños de seguridad cultural (imposibilidad de acceso
a recursos culturales, intelectuales e informativos).
En ese sentido, debe señalarse que la tendencia es que
los daños sociales se encuentran identificados como una nueva noción de
crimen globalizado y, en ese marco, es que tal como sostienen quienes dominan
esta materia, deben diferenciarse entonces entre los crímenes globales o de
sistema y crímenes de mercado.
Sucede
que la agenda pública de los Estados se encuentra limitada por los intereses
políticos y económicos de los grupos de poder -mediante el lobby, la corrupción, las corporaciones y la competencia desleal-,
quienes únicamente miden los acontecimientos, en términos de beneficios, y a
como dé lugar. Ello, se traduce muchas veces en políticas antidemocráticas que
perjudican a los pueblos causando graves daños sociales y favorecen únicamente
a los poderosos.
En esa inteligencia, sostiene Luigi Ferrajoli que “…los poderes económicos y financieros se
han desarrollado como poderes sin límites, sin reglas y salvajes, en grado de
imponer sus propias reglas y sus intereses a la política…”. En punto a
los crímenes globales o de sistemas señala que serán aquellos que “…no
consisten en unos comportamientos determinados, sino un conjunto de actividades
políticas y/o económicas, llevadas a cabo por una pluralidad indeterminada y a
la vez indeterminable de sujeto… Estos crímenes, de hecho, no son configurables
como delitos...”[16].
La
conjunción de tales elementos penetra en lo más profundo de las sociedades,
sobre todo en aquellas más necesitadas, en las cuales impera la pobreza, el
hambre, la discriminación, la falta de atención sanitaria, etc. Todo ello
sumado a las consecuencias naturales que se derivan del calentamiento global y
a las provocadas por los seres humanos a nivel mundial, tales como los delitos
ambientales, el tráfico de armas, la trata de personas, la explotación sexual y
laboral, entre otras.
En punto a ello, cabe transpolar para cerrar esta
cuestión la explicación que Gabriel Anitua
realiza en su obra “Historia de los pensamientos criminológicos” que
tituló “El actuarialismo. La gestión y evitación
de riesgos en la sociedad excluyente global” al referir:
“La actual respuesta que dan conjuntamente
las sociedades de consumistas y los nuevos expertos que crean y manejan
necesidades de consumo parece estar fundamentada en la precariedad, en la
incertidumbre y en los riesgos. Tales riesgos llegan finalmente a afectar a las
propias estructuras económica y política… Pareciera que ese sospechoso que
tenía en mente al iniciar este libro se me ha muerto con la mencionada
precarización de la vida. Ni las empresas comerciales ni las estatales parecen
asegurar a los individuos un “rol”, un trabajo o actitud, que pueda mantenerse
para siempre. Las estructuras parecen ser menos longevas que los mismos
individuos, los que a su vez aumentan sus temores y sus respuestas racionales
dentro de la irracionalidad”[17].
3. LA
CRIMINOLOGÍA CRÍTICA
Como
es sabido, la criminología crítica o radical nace en la década de los años 70,
inspirada en los postulados de los teóricos de la Escuela de Frankfurt,
que reunió a personalidades del mundo intelectual, incluyendo filósofos,
sociólogos, politólogos, psicólogos e investigadores de distintas ciencias
sociales, tales como Theodor Wiesengrund-Adorno,
Max Horkheimer, Erich Fromm, Walter Benjamin, Leo Loewenthal y
Herbert Marcouse, entre otros tantos.
Su
aporte más trascedente considerando el contexto sociopolítico de la época, fue
el de haber realizado -entre las décadas de 1920 y 1930- una
interpretación social de conjunto, es decir, a través del estudio y la
investigación interdisciplinaria, con la intervención de distintas áreas
sociales y culturales.
Carlos
Elbert
expresó con relación a ello:
“Existen pocos
intentos tan serios de establecer, desde un tratamiento científico del
marxismo, la relación que media entre las ideas y la base social. Muchos
teóricos ubican el germen de la criminología crítica posterior, la de raíz
marxista, en esta búsqueda original, anterior a 1945 (…) Era un grupo en guerra
con el mundo burgués y sus valores, pero que se mantuvo a prudencial distancia
de competencias de prestigio con otros institutos o centros de investigación,
cuidando a sus miembros de una excesiva exposición política. (…) El instituto
fue un centro único, por tener como objeto permanente de análisis y estudio los
temas de la ideología y la crítica ideológica, o sea la investigación de las
relaciones entre las ideas y la base social”[18].
Retomando
el origen de la criminología crítica -durante la década del 70´-,
debe señalarse que quienes participaban de este movimiento caracterizado por el
estudio multidisciplinario de las conductas sociales, no respondían a un
esquema consensuado o uniforme, sino que más bien funcionaba como algo
heterogéneo. No obstante, desarrollaron su trabajo a partir de la teoría del
conflicto en su adaptación marxista, pues sostenían que de ningún modo podía
estudiarse el crimen en forma aislada porque formaba parte del contexto social.
Puede
decirse entonces que los críticos se propusieron dejar de lado las
interpretaciones individualistas del delito, como la biología, la genética y la
psicología, entre otras, para recuperar los postulados de la teoría y la
filosofía crítica con el objeto de franquear los límites epistemológicos del
estudio de la criminalidad tradicional, positivista y dominante, e ir en buscar
una nueva concepción del delito y comprensión del funcionamiento de las
agencias de control.
Entre
sus expositores se destacan los criminólogos ingleses (Ian
Taylor, Paul Walton, Jock
Young, Stan Cohen y Laurie Taylor) y los italianos (Alessandro
Baratta, Dario Melossi y Massimo Pavarini), a los cuales se fueron sumando referentes
como Roberto Bergalli y Lola Aniyar
de Castro en Latinoamérica.
Tiene
dicho Alessandro Baratta:
“La criminología crítica, se ha dirigido
sobre todo al proceso de criminalización, individualizando en él uno de los
mayores nudos teóricos y prácticos de las relaciones sociales de desigualdad
propias de la sociedad capitalista, y persiguiendo, como uno de sus objetivos
principales, extender de un modo riguroso la crítica del derecho desigual al
campo del derecho penal. Elaborar una teoría materialista (económico-política)
de la desviación, de los comportamientos socialmente negativos y de la
criminalización, y trazar las líneas de una política criminal alternativa, de
una política de las clases subalternas en el sector de la desviación…”[19].
Sobre
la cuestión, explica Gabriel Anitua:
“Esa interdisciplinaridad se verificaría en el "barattiano" modelo integrado de ciencia del derecho
penal, como método de control "interno" de la justicia penal y
también como discurso científico más abierto de control "externo".
Para esa última tarea era fundamental atender el desarrollo epistemológico de
una “sociología del control penal" pues no sólo para el límite y la
denuncia sino para la construcción de respuestas sociales coordinadas y
coherentes -adecuadas a la complejidad de la realidad- sería necesario
considerar, simultáneamente, el mayor número de variables y utilizar las más
variadas herramientas”[20].
Sentado
ello, debe señalarse que la incursión de la criminología crítica fue
reconocida por sus seguidores como un verdadero cambio de paradigma,
pues modificó radicalmente la disciplina como estaba concebida hasta entonces y
por las razones que hemos venido exponiendo, motivo por el cual no debe
soslayarse que su contribución se encuentra más vigente que nunca, y de allí
que nos encontremos analizando si la criminología contemporánea ha sufrido
cambios con el fenómeno de la globalización.
3.1. Una
aproximación a la criminología global
Ahora
bien, se ha intentado realizar un modesto abordaje que nos permita comprender
las razones por las cuales esta disciplina -la criminología crítica- ha
ido mutando con el tiempo, creando un escenario de discusión en términos
epistemológicos que no parecería tener fin, pues, como es sabido, la realidad
es una fuente de estudio inagotable.
En
ese marco, entonces, es la criminología la que debe pensar y elaborar nuevas
propuestas teóricas y prácticas de cara a la problemática que la globalización
le ha planteado a la humanidad.
En
esa idea, debemos retrotraernos nuevamente a Edwin Sutherland, pues como
ya hemos mencionado al inicio de este trabajo, fue un adelantado al proponer
como objeto de estudio, la delincuencia de los poderosos, de las clases altas.
No debe soslayarse que ese giro criminológico tuvo su génesis en una etapa de post
crisis económica -la Gran Depresión de 1929-. Recuérdese que,
fue la más devastadora caída de los mercados de valores en la Bolsa de los
Estados Unidos de América del siglo pasado.
En
efecto, el concepto de criminalidad de cuello blanco como ya mencionamos
con anterioridad se originó a partir de las teorías de la asociación o
contactos diferenciales y de las subculturas criminales que se
desarrollaron en la Escuela de Chicago, cuya particularidad consistía en
el desplazamiento del saber criminológico individual hacia una perspectiva
global de la sociedad.
Aquel
término acuñado por Sutherland despertó la atención social por aquellos
tiempos, dado el contexto en el que la desarrollo, pues corrió un velo hasta
entonces prohibido al señalar a las clases sociales altas y a los poderosos
como protagonistas en el fenómeno de la delincuencia.
Ilustra
aún más su posición cuando explica:
“Lo significativo del delito de
"cuello blanco" es que no está asociado con la pobreza, o con
patologías sociales y personales que acompañan la pobreza. Si se puede mostrar
que los delitos de "cuello blanco" son frecuentes, se considerará
inválida una teoría general que muestre que el delito se debe a la pobreza y a
sus patologías relacionadas. (...) El costo financiero del delito de
"cuello blanco" es probablemente varias veces superior al costo
financiero de todos los delitos que se acostumbra a considerar como el
"problema delictivo"[21].
Su
investigación dejar ver que el delito de “cuello blanco” es un crimen
organizado y señala:
“…los delitos de las corporaciones han
mostrado que éstas han cometido delitos contra una o más de las siguientes
clases de víctimas: consumidores, competidores, accionistas y otros inversores,
inventores y empleados, así como contra el Estado en la forma de fraude a
impuestos y soborno a funcionarios públicos. Estos delitos no son violaciones discretas
ni desapercibidas de reglamentos técnicos. Son actos deliberados y tienen una
relativa unidad consistente”
[22].
Por
su parte, la destacada criminóloga Lolita Aniyar
de Castro tiene dicho que el aspecto medular de este delito es su carácter
clasista, y allí es en donde radica su importancia, pues provoca una revolución
en el objeto de la criminología tradicional[23].
Así
las cosas, puede afirmarse entonces que fueron aquellos cuestiona-mientos de Sutherland los que sentaron las bases que
permitieron ampliar y modificar el objeto de estudio de la criminología como
estaba concebida hasta entonces, y son ahora también el antecedente y el
fundamento que nos permite -tomándolo como ejemplo- repensar nuevamente la
criminología, en este contexto de globalización.
4. EL
ESCEPTICISMO CRIMINOLÓGICO
A
esta altura, no podría desconocerse que desde antaño se ha cuestionado que la
criminología sea una ciencia, pues si bien se ha ido consolidando en el tiempo
entre otras razones por el rasgo interdisciplinario de sus investigaciones, lo
cierto es que también se la denomina parte de un ámbito de estudio sin objeto
definido en el que, al converger tantas especialidades, se torna heterogénea e
indeterminada.
En
este punto, nos recuerda Carlos Elbert:
“La criminología fue considerada, una
Ciencia con mayúscula, que se creía definitivamente establecida en el marco
epistemológico. Sin embargo, la confluencia de saberes diversos en su
producción ha complicado en extremo la búsqueda de un objeto y un método
propios, razón por la cual la criminología podría ser definida como ciencia…” y
agrega que Massimo Pavarini
explicó irónicamente esta situación diciendo que “…la criminología no es una
ciencia autónoma en la medida en que no tiene un objeto definido, no procede en
base a la aceptación de paradigmas comunes y aún menos con un mismo método… En
suma, una cómoda sombrilla cuya sombra se resguarda en personas de distinta
lengua, a veces incapaces de entenderse entre sí, pero todas igualmente
preocupadas por el desorden reinante en la sociedad, aunque cada una de ellas
lo atribuye a razones distintas”[24].
Agrega
también Elbert:
“…Otra postura agnóstica original es la
que plantea Zaffaroni, sosteniendo una visión de la
historia de la criminología de carácter global, negando que arranque en
Lombroso, sino con el manual para inquisidores, Malleus
Maleficarum (martillo de las brujas), del siglo XV.
Con base en esa obra afirma que: En criminología todos los discursos están
vivos, es decir, no estamos recorriendo un zoológico de animales vivos de todas
las épocas. Ningún discurso muere, son los árboles, pero árboles que lo que más
puede pasar es que cambien el follaje, pero siguen presentes, son todos
contemporáneos”[25].
Sobre
la cuestión, concluye Elbert que, si
bien la criminología podría no ser considerada como una ciencia porque no
poseía métodos propios ni un objeto establecido con claridad y consenso, lo
cierto es que no puede menospreciársela porque no es menos seria que otras, y
también puede ser materia de controversia epistemológica.
Como
puede advertirse a lo largo de este trabajo, la criminología ha despertado
innumerables cuestionamientos, hasta el punto de haber sido negada como
ciencia, lo que no significa, empero, que deba ser subestimada como bien señala
Elbert, pues “…la criminología está legitimada como
disciplina científica e interdisciplinaria, en tanto, aún sin disponer de un
objeto unívoco ni de un único método, puede tratar .legítimamente- temas
relativos al crimen y al control social con coherencia científica, valiéndose
de objetos y métodos de distintas disciplinas” [26].
5.
PALABRAS FINALES
Como
se ha visto, en este trabajo hemos intentado abordar algunas de las cuestiones
que han ido impactando en la evolución de la criminología contemporánea. Ello,
asumiendo que la “aldea global” que proponía MacLuhan
se ha consolidado en todas las esferas de la humanidad. A tal punto es así,
que, desde este ámbito criminológico en el que se estudian los temas relativos
al delincuente, al crimen y al control social, no deben detenerse los esfuerzos
que nos permitan ir perfeccionado esta disciplina.
Más
allá de que en sus inicios se haya presentado como una ciencia, cuyo objeto de
estudio y métodos de investigación aparecían como firmemente establecidos, lo
cierto es que quienes la integraban tampoco estuvieron muy de acuerdo en ese
aspecto, sobre todo por sus rasgos tan cambiantes, aunque sí había consenso en
que no debía ser subestimada, pues la seriedad de aquellas otras disciplinas
involucradas en esta ciencia, han colocado a la criminología en un lugar de
constante discusión epistemológica.
En
ese marco, podríamos decir entonces que, para encarar el estudio de una
criminología global, debería tenerse en consideración que esta disciplina en
sus orígenes respondía a una posición dominante que actuó en consecuencia.
Una
mirada en retrospectiva revela que con el transcurso del tiempo la criminología
no ha tenido más alternativa que reutilizar los instrumentos aprendidos para ir
modificando sobre la marcha sus objetos de estudio y procesos de investigación,
y ello gracias a la claridad que aportaron trabajos como los de Wayne
Morrison que permitieron pensarla desde otra perspectiva, siendo así como
fue encontrando el camino para adaptarse al impacto que el fenómeno de la
globalización -desde todos los enfoques, pero más que nada en términos de
criminalidad- provoca a nivel mundial.
Por
último, cualquiera sea la contribución científica que realice cada una de las
disciplinas que integran la criminología de estos tiempos, impactará
constructivamente y permitirá, sin lugar a duda, por encontrarse en constante
movimiento, ampliar los horizontes del conocimiento en esta materia.
Por
ello, vayan estas líneas como aporte al debate.
REFERENCIAS
BIBLIOGRÁFICAS
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[22] Ibíd.
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[24] Carlos Elbert “Manual…, 197.
[25] Ibid.
[26] Ibid.